jueves, 23 de junio de 2016

Goodbye, United Kingdom

Es triste la noticia con la que acabamos de desayunar.
Siempre es penoso que triunfe la desunión, frente a la fraternidad la exclusión. Aunque  esté justificada y aunque fuese incluso conveniente. Por eso de partida, sin entrar a valorar quien tenga o no razón, el hecho de decir que no al resto de los europeos es una mala y triste noticia.

Exigir al pueblo que vote una cuestión de tanta trascendencia y con tantas implicaciones políticas y económicas, sin entender ni conocer la profundidad de las mismas, es un error. Son los políticos, elegidos por el pueblo los que debieran resolver esas cuestiones y no echar balones fuera y exigir a millones de personas que no tienen la más mínima idea, ni la formación técnica suficiente decidir sobre cuestiones que escapan a su competencia, porque al final ese voto se realiza con el corazón y con el sentimiento, tantas veces equivocado.

Los ingleses añoran un imperio desaparecido que no tiene vuelta atrás. A diferencia de España, que ha sido la más grande hace quinientos años, el esplendor del Imperio es de anteayer por la mañana, son muchos los que lo han vivido y la mayoría siente la pérdida como una herida abierta todavía.

Se añora esa Inglaterra rural de vicarías y ferias del condado, donde se da el primer premio al repollo más grande y los niños juegan en el tiovivo que instalan en los predios del Lord más cercano el día de la fiesta, que no sé si existe ya.
Parece, que han triunfado los votos de la clase baja, unidos, leo, a los de la upper class. Ha perdido la sólida clase media, a la que estos siempre han despreciado, porque a diferencia de los estratos más bajos, siempre se ha acercado peligrosamente a ella. No hay nada peor para un inglés aristocrático que un giro o expresión o actitud de clase media, de la que huyen como de la peste.

Esa clase media que hoy son los universitarios de las grandes ciudades, los jóvenes de la city, los becarios de Erasmus, mayoritariamente europeístas.
Creo que las grandes masas, unidos a esa falta de levadura aristocrática y, a lo mejor me equivoco, a una “exquisita neutralidad” de la Monarquía, ha permitido que hoy el Reino Unido esté en esta tesitura.

Las consecuencias son imprevisibles, pero a los que han votado añorando la grandeza del Imperio, la papeleta se les va a atragantar, entre otras cosas porque se ha roto el rebús sic stantibus que impedía un nuevo referéndum en Escocia.

Lo impensable en breve será realidad. El Reino Unido se desmorona, Escocia ha votado mayoritariamente la permanencia, 62%, también Irlanda del Norte.

Good bye, United Kingdom

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