sábado, 12 de septiembre de 2015

CAMINO II: De Sarria a Portomarín. 21,8 km.









Nos levantamos temprano. Bajamos a la gran cocina del pazo, con una ventana dando al campo que amanecía. Las tostadas, el café recién hecho, con un pan portugués buenísimo. Gerardo se encargaba de despertar a las cuatro niñas, que dormían en una habitación enorme con cuatro camas, suelo de madera y vigas en el techo. La guerra de almohadas era épica y se escuchaban desde abajo los gritos desesperados de las doncellas.
Íbamos bien concienciados de las necesidades básicas del camino. Cremas anti roces, los famosos Compeed para los pies, calcetines de algodón y sin costuras… realmente, esas pequeñeces permitieron que hiciéramos un trayecto sin problemas.
El microbús de 20 plazas nos estaba esperando en la puerta. Para nuestra sorpresa era una chica la conductora. Con su dulce acento gallego nos recibió alegremente, era la misma que habíamos visto el día anterior en Melide. Pura- nos dijo-Purita, me llaman todos. Y fue nuestra acompañante el resto de los días, verdaderamente amable y servicial.
Íbamos emocionados y temerosos ¿resistiríamos todos? ¿y los niños se negarían a caminar a mitad del trayecto?
Teníamos concertado una “recogida” a mitad del camino si fuese necesario, pero todos estábamos dispuestos a evitarla en la medida de lo posible.
En la puerta de la casa leímos una oración medieval del Codex Calixtino y recibimos los bastones y las mochilas:

"En nombre de Nuestro Señor Jesucristo, recibe este morral hábito de tu peregrinación para que castigado y enmendado te apresures en llegar a los pies de Santiago, a donde ansías llegar, y para que después de haber hecho el viaje vuelvas al lado nuestro con gozo, con la ayuda de Dios, que vive y reina por todos los siglos Amén.
Recibe este báculo que sea como sustento de la marcha y del trabajo, para el camino de tu peregrinación, para que puedas vencer las catervas del enemigo y llegar seguro a los pies de Santiago y después de hecho el viaje, volver junto a nos con alegría, con la anuencia del mismo Dios, que vive y reina por los siglos de los siglos Amén"

Hasta Sarria en autobús se tardaban unos 45 minutos, que aprovechamos para cantar “el árbol de la montaña” y otras similares para evitar los mareos de los niños… aún así, Ángela y Reyes vomitaron. También aproveche para explicar el origen del Camino, la historia de Santiago, las leyendas, y el significado espiritual que tiene.

En Sarria comenzamos en el Convento de la Magdalena, donde estrenamos el carnet de la Compostelana, ¡ el primer sello!. Un pequeño claustro luminoso, unos monjes mercedarios, los mismos que pocos años ha, habían sellado el carnet de Sara y Gerardo, cuando hicieron el camino  solos.
Lo iniciamos cruzando un puente de piedra y adentrándonos en unos bosques frescos y umbríos por donde se colaba el sol.


Fueron unos kilómetros cuesta arriba, a veces con un calor que nos hizo pensar que no resistiríamos. A los 7 u 8 km, yo pensé si llegaríamos. Realmente después el camino comienza a bajar y se hace más ameno. Purita nos esperaba
Antes de empezar yo había hecho estiramientos varios contorsionándome hasta lo imposible para evitar tirones musculares. Creo que fueron efectivos.
Al cabo de las horas el camino se hace largo… estábamos deseando llegar. Las piernas doloridas y pesadas. El puente hasta Portomarín da miedo. Al final unas escaleras larguísimas reciben al viajero, parece desde lejos que se va a ser incapaz de subirlas. Y justo al lado de la entrada…¡el autobús de Purita! ¡Aleluya!
Entramos en las ermitas románicas que jalonan el camino, rezamos el rosario, los niños se alejaban y había que atraparlos con lazo, pero en fin, se conseguía a trancas y barrancas…
De vuelta en el autobús, descalzados y muertos, “cansados pero contentos”. Esa sensación de deber cumplido. Nos dimos un aplauso a nosotros mismo y nos jaleamos ufanos.

¡Primera etapa: conseguida!

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