martes, 25 de agosto de 2015

IMPRESIONES, SOL DE TARDE

Los barcos de pescadores se cruzan, blancos, entre si. Vienen y van de altamar al puerto de Bonanza, a descargar la pesca o llenar las bodegas de plata fresca: sardinas, boquerones, acedias, como una carga de navajas afiladas o de puntas de lanzas de los Tartessos.
El sonido de los motores ronronea a lo lejos y la hilera de la flota hiende el agua creando a su alrededor un largo camino de espuma blanca.
El carrito del vendedor de dulces hace sonar la campana, anunciando a los bañistas sus “carmelas de crema”, sus “cuñas de chocolate”, sus “palmeras de huevo” y sus “donuts” artesanos. El toldo rayado, verde y blanco, contrasta con el azul del mar.
Ya se aleja, empujado por el joven de camisa blanca también, como la arena, la espuma y el envés de las conchas.
A esta hora de la tarde luminosa, todo, desde la baranda de mi terraza, se ve blanco, azul y fresco. Nuevo, luminoso y gentil, como la sonrisa de mi hijo que me hace señas desde la orilla.

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