lunes, 16 de febrero de 2015

Sábado de excursión

El Coto, tan cerca, realmente es sorprendente. A 45 minutos se encuentra uno en un parque natural espléndido. El sábado fuimos de excursión. Pinares y marismas y cielo y nubes y paisajes extensos, anchos, ilimitados. Dimos paseos por los caminos sin encontrarnos a nadie. Oh, que delicia, la masa horrible (de la que formamos parte nosotros también, no hay duda) que todo lo invade y todo lo profana estaba ausente. Eso fue lo mejor. Ni gritos, (sólo los nuestros) ni bolsas, ni fogatas, ni papeles de plata, tetra briks de zumo, latas...
 Parecía un Sánchez-Perrier:
Emilio Sánchez Perrier. Paisaje

Fuimos al palacio del Acebrón. Impactante. El monumento al ego. Un edificio impúdico en medio de los pinares en un paraje idílico. Y va un tío millonario y se hace un palacete neopalladiano allí en todo lo alto en plenos años sesenta, con un águila coronando el frontón y sus iniciales flamantes sobre un escudo. En fin, un espanto, juzguen ustedes

Reparen en los frescos de imitación... "mi piccola Sixtina" diría el tipo...
La gran chimenea.

La escalera imperial...
No le falta un detalle...
Eso sí, de lo que no hay duda es de las cacerías que se pegarían allí, y los negocietes y comilonas que harían...

La Playa de Matalascañas, que debía ser un paraíso natural en el Coto, es otro ejemplo del desarrollismo cutre de los sesenta. Edificaciones malas, desiguales, sin orden ni concierto a pie de playa. Una playa preciosa sin embargo, de arena fina, pero con un paseo marítimo pintado de celestito, tremendo, horrible, cateto, feo...


El atardecer en el Rocío, con la laguna incandescente impresiona.
La ermita, con la Virgen siempre rodeada de fieles, también.
Bella devoción esta, pese a quien le pese. Aunque uno no sea rociero, no puede menos que sentir un enorme y profundo respeto y también honda emoción, ante este inmenso caudal de fe y esta imagen cándida de María, coronada de flores silvestres, reina de las marismas de la Baja Andalucía.

A la vuelta, los niños reventados en el coche. Pude poner un CD con grande arias de Pavarotti. Yo les iba explicando los pasajes de lo que iba cantando y la historia dramática de cada ópera, ellos ni rechistaban, absortos, creía yo. Por el espejo retrovisor miré: ¡estaban todos dormidos, madre incluida!

4 comentarios:

  1. Já, já, já, tanto arte los cansa (a ti no, ya veo). No conozco nada, creo, de esas zonas, pero no pierdo la esperanza, lo pintas muy bien.

    Un abrazo

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    1. Ya me extrañaba a mi que no reclamasen los Cuarenta.
      Y sí, merece la pena venir, a ver si te animas.
      Un abrazo.

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    2. Este tipo de "inversiones" cala, en los hijos, poco a poco, es a largo plazo. Lo digo porque los míos ya son mayores, 21 y 26, y me alegro de haberlas hecho.
      Tengo un alumno adulto que ha ido, en estos días, a Cádiz, pero mis vacaciones coinciden, desgraciadamente, con el verano duro, y solemos preferir, quizás equivocadamente, el norte, por el calor, claro, pero la vida es larga, espero.

      Un abrazo

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    3. Hay que venir ahora, en primavera, que es deliciosa aquí... pero en verano al norte, al norte...

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