domingo, 30 de junio de 2013

El loco


Ayer se consumó lo que muchos temían.
Acababa de reformar su farmacia. Ampliada y flamante, era un negocio rentabilísimo.
Un arquitecto de prestigio le había diseñado la casa de sus sueños.  Construida de aire y luz con algunas, muy pocas, paredes blancas y un ciprés.
Y  el “cum laude” relucía sobre su título de doctor.
¿A qué viene ahora lo del cambio de trabajo?
¿A su edad, que necedad romántica es esa de realizarse, de hacer lo que verdaderamente a uno le gusta?
El sueldo es miserable, la movilidad laboral continua, el horario insufrible, sin fines de semana y con horas extraordinarias que no están reconocidas en convenio colectivo alguno.
Y encima sonreía, definitivamente está loco, cuando su “jefe” le imponía las manos sobre la cabeza y le ungía las suyas con óleo y le encargaba que cuidase de sus “clientes” más que de su propia vida.
Vida que, dice, ahora comienza verdaderamente a vivir.
Allá él.
Vestido de luto cobra un extraño aspecto
El loco. El cura.

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