martes, 11 de diciembre de 2012

¡BRAVO!




Cuando todo confluye para que una obra maestra se represente en todo su esplendor, nos encontramos con una tarde como la que el pasado miércoles disfruté en el Maestranza.

Foto: EL País

Al final grité bravo sin pudor alguno. Porque hay que saber disfrutar. Porque es de justicia reconocer lo excelente. Porque es de bien nacido ser agradecido.
Foto: EL País
Y cuando más de cien personas han estado ensayando horas y horas para que una orquesta se armonice y suene como lo hizo, (además de toda una vida previa dedicada a un instrumento); cuando un director de prestigio mundial (Pedro Halffter) se ha formado en Madrid, Viena, Alemania, se ha imbuido del espíritu germánico, ha estudiado una obra y la ha ensayado hasta la extenuación; cuando un escenógrafo experimentado ha creado un espectáculo visual en simbiosis única con la música y el drama, (Carlos Padrissa, La Fura del Baus) de una originalidad extraordinaria, con unos efectos grandiosos, con una sensibilidad extrema y una fidelidad al espíritu del autor sin parangón, se merecen un bravo.
Y si encima se trata de la obra de un genio desbordado, excesivo, extravagante y único como es Wagner, acompañado de unas voces limpias, potentes y ágiles que nos representan un drama que se remonta a los arcanos más profundos de la mitología germánica, con toda la simbología subyacente, con sus lecturas sugestivas, donde atisbas la poderosa influencia ejercida en la cultura europea posterior, entonces nos sobrecogemos ante el arte y la belleza culminadas en cinco horas de música fluida y arrolladora.
Que todo esto coincida en un momento determinado y uno esté allí para presenciarlo por el módico precio de una entrada, merece nuestro agradecimiento y la verdad, me hacen volverme un sin vergüenza y gritar: ¡BRAVO!

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